Ojo Cósmico

Ojo Cósmico
El ojo con el que yo observo el universo y el ojo con el que el universo me observa a mi son uno y el mismo.

lunes, 21 de diciembre de 2015

El Ojo que Observa en la Oscuridad

    Sabía que aquella oscura voz provenía del anillo. Había otorgado fortuna a su antiguo portador pero éste objeto maldito no rinde culto a nadie más que a su maestro. La voz le llamaba por su nombre olvidado, le contaba los secretos que el subconsciente le ocultaba celosamente y finalmente cayó bajo sus impulsos y se lo colocó... ---->


    Vio una estrella gigantesca, al menos diez veces el tamaño del sol, su brillo era rojo y su calor era intolerable. La estrella iluminaba pobremente a 6 planetas que giraban torno a ésta en un baile decadente de giros interminables. El primero, cuyo nombre no supo interpretar, era un insoportable desierto cubierto por las ruinas de incontables civilizaciones que florecieron mucho antes de que la estrella se volviera en contra de sus bailarines. Las ciudades que se habían construido en su extensa superficie contaban con enormes torres que tocaban el cielo y de éstas brotaban como estrellas, montones de luces. Los seres que hubieron de habitar ésta roca vivían en constantes guerras en donde derramaban su ira incansable, por obra de éstos mismos toda la vida fue exterminada. Y fue de ésta tumba de donde brotó la oscuridad.

    Como un recién nacido Argaroth emergió de las profundidades muertas del planeta con forma oscura y espesa. Por incontables siglos observó con curiosidad y perversa ambición los astros que lograba ver sobre la oscura bóveda celeste y cuando logró salir de la órbita de aquel marchito planeta esparció su maldad por todo su sistema. Destruyó las civilizaciones de los planetas vecinos y los esclavizó. Por siglos, los seres vivos de los planetas fueron moldeados a voluntad del oscuro y éstos, en supuesta gratitud erigieron incontables monumentos y templos en glorificación de su amo y señor, y de vez en vez, se declaraban la guerra entre ellos para el entretenimiento del mismo. Este macabro y oscuro juego se repitió sin descanso y el sistema nunca conoció la paz. 

    Sin embargo, y por casualidad, Argaroth soñó con un sistema repleto con nuevos planetas sin dueño y posó su oscura ambición en un pequeño planeta que despedía un levísimo resplandor azul. Sin pensarlo demasiado, el terrible ente abrió un portal a través del tiempo y el espacio y dejó atrás sus dominios, pero mientras se movía a través del portal, su cuerpo perdía masa y disminuía de tamaño pues el espacio entre las dimensiones lo retenía y Argaroth estiró su cuerpo para así llegar al otro lado. Cuando logró salir del portal su cuerpo había perdido más del noventa por ciento de su tamaño original y sus fuerzas habían diezmado de la misma manera. Había llegado, sí, pero se encontraba tan débil que su oscura piel ardía a la luz de la estrella amarilla y no tuvo más remedio que refugiarse en las profundidades rocosas del planeta. 

    No fue hasta que pasaran algunos centenares de años que, por entre las fisuras de piedra, pudo observar una singular forma de vida. Se erguía en sus patas traseras y, en comparación a los demás, carecía de vello corporal. Había un olor en ésta criatura que lo atraía sobremanera. Lleno de curiosidad, se arrastró hasta ella y al tener contacto con su suave y tibia piel éste se encarnó en su fértil vientre y finalmente, quedó suspendido en el sopor del sueño de la vida olvidando así su oscuro pasado.

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